Impacto ambiental y sus efectos al construir una computadora

La computación genera innumerables beneficios en todos los procesos humanos. Puede que al momento en que se lee esto, vengan a la mente gran cantidad de ellas: comunicaciones, acceso a información oportuna, organización, medios de almacenamiento masivo, entre otros. Quizá pocas veces se piense en cómo la computación puede afectar el medio ambiente. Pero es un hecho que, como todo proceso de manufactura, la fabricación de equipos de computación genera desechos, algunos de los cuales son tóxicos.

Ciertos componentes de las computadoras contienen elementos que no deberían desecharse directamente. La obsolescencia de los equipos en periodos cada vez más cortos y su uso consumibles genera una creciente cantidad de basura.

Se suele hablar de los beneficios innegables de las computadoras en todas las áreas de la actividad humana. Ciertamente, las computadoras constituyen una constante en cada una de ellas, que suele potenciar y hacer más efectivos los procesos del diario quehacer humano. Sin embargo, como todo proceso productivo, las computadoras consumen recursos y generan desechos en su fabricación que afectan el medio ambiente. Incluso el uso de las computadoras impone el consumo de recursos en la producción de energía eléctrica necesaria para asegurar su adecuado funcionamiento.

En los procesos de manufactura, se puede hacer uso de elementos químicos y generar productos de desecho dañinos para el ambiente. El uso de materiales pesados, como el níquel tóxico, suele estar presente en la fabricación de computadoras. Otro compuesto químico muy conocido está constituido por los clorofluorocarbonos (CFC) contenidos en solventes y agentes limpiadores. En la década de los 70s, los científicos se preocuparon al descubrir que, al ser liberados y circular en la atmósfera, estos productos químicos que contienen cloro, ascienden y se descomponen por acción de la luz solar, produciendo daños en la capa de ozono de la Tierra. Esta capa de valor inestimable, es la que protege la vida del planeta de la radiación ultravioleta cancerígena.